Aún nos han sobrado diez minutos!!

A las ocho ha tocado diana, con los ojos ojerosos y con algo o mucho sueño nos hemos ido desperezando, desayunamos y al bus dirección Comillas.

Durante el viaje más de uno ha aprovechado para recuperar el "tiempo perdido" y otros se han embarcado con Arturo y su amigo Merlín en busca de la leyenda perdida de Excalibur. Estamos en el bus, vuelve a llover.

Primer destino "Comillas", creo, porque hemos acabado en una callejuela doblada con un coche en doble fila que ni "palante" ni "patrás". Menos mal que la pericia de nuestro Miguel el conductor y el "Wace" echando humo nos han sacado del entuerto. Julia y Elena nos esperan con una sonrisa en la entrada y nos deleitan con una visita por los "caprichos" de unos indianos ricachones ostentosos. Hemos escuchado las guillotinas, encontrado las corcheas y los pentagramas y descubierto los secretos más profundos de Gaudí. El bocata de chorizo en el jardín de herradura contemplando el capricho ha hecho el resto.

Pues resulta que nos íbamos al palacio de Sobrellano que está a escasos diez metros de nuestro bocata choricero, pero la vuelta que hemos tenido que dar nos la van a tener que explicar el ayuntamiento y el gobierno, porque no se han puesto de acuerdo. La cuesta que hemos tenido que subir el culo de Perico no la hubiera aguantado y habría saltado del sillín ipso facto. Eso sí, cuando hemos llegado a la cumbre el palacio estaba... sobre llano. Un timbre meloso con tonos catalanes forzados y un poco de deje, acompañado de cinco preguntas cada medio minuto ha captado la atención de hasta los más dormidos de la "trouppe" y ha dejado para el recuerdo una visita de las que tardaremos en olvidar por su singularidad. No andaba mal de perras tampoco el Marqués Antonio López con su "capricho" Sobrellano.

Sin tiempo ni para respirar, la cuesta ahora se hace más ligera y nuestro intrépido chófer se prepara para la segunda de abono. Cruce de comillas a reventar, los vítores del público se notaban en la plaza (rotonda en este caso), el astado esta vez un coche de dos mil kilos de peso apostado en un andén. Pero nada se interpone entre nuestros cuarenta rejoneadores que cual víboras hambrientas serpenteaban entre los pasos de cebra para subir a lomos de nuestro caballo dorado. Los hemos vuelto a hacer, de aquí a "Qué apostamos".

Son las dos de la tarde y estamos de camino a Santillana de Mar porque a las dos cuarenta y cinco nos vamos a transportar al pasado más cavernícola. Y nos queda comer... No pasa nada, el día viene de apreturas y lo llevamos con soltura. Aparca!! Rápido abajo!! Qué cada uno coja una bolsa "picnic" y a la alameda!! No habléis, masticad!! Pero estos de la Estrella parecen estar curtidos en mil batallas y en vez de verse superados por la presión han comido, recogido, comido un helado, chuches, flirteado con unos de León que comían también y abrazado un álamo centenario que hoy habrá gozado de la energía de estos jovenzuelos. Por cierto, bocata de lomo con queso y ositos de gominola, nueva fusión de cocina moderna. A ver si aprenden los de Master Chef.

Hace 18.500 años los niños llevaban taparrabos y pintaban bisontes en los techos de las cuevas. Hoy en día, llevan bermudas, gorras de colores y zapatillas aerodinámicas. El salto en el tiempo ha sido evidente y la emoción con la que han visitado la neocueva de Altamira también. Bueno vale, un poco de modorra nos ha asaltado a todo nuestro ser pero lo hemos vencido a golpe de azagaya hecha con asta de ciervo y cara de cabra tallada en su interior.

Como no queríamos marchar sin ver Santillana, hemos vuelto sobre nuestros pasos para dar rienda suelta a esas carteras de vuestros zagales rebosantes de billetitos ardientes en deseos de saltar al encuentro del mejor presente para sus seres más queridos. Si no os gustan los regalitos quedaos con la intención, que ha sido mucha. Gracias Marina, nos han encantado.  

¿A casa? Nooooo. Nos queda la capi que la hemos asaltado por la vertiente del Sardinero para desembocar en la península de la Madalena con una visita corta pero intensa: Trenecito, San Emeterio y San Celedonio, las caballerizas, el palacio, la isla de las palomas, los pinos madrileños, niños saludando, las focas, los leones marinos, los pingüinos, los de Arguedas, las carabelas, la sirena teutona, una meadita, la conquista de la atalaya del parque, da tiempo de una caña, nos vamos. A todo esto nos habíamos olvidado de nuestro gerifalte conductor que en ese rato se las ha visto con los de las sirenas (esta vez no son teutonas) por un dominio cercano a nuestra comodidad. Como siempre, salió indemne. 

Llegamos al albergue y aún nos sobran ¡¡diez minutos!! para lavarnos las manos y a cenar. Una sopita "templacuerpos" que nos ha dejado a todos la mar de bien. De segundo tortilla y de plato fuerte... ¡¡Discoteca!! No he visto tanto nerviosismo en los presentes en todo el viaje. Se iban con la tortilla en la boca para arreglarse para tal evento. 

Y no ha desmerecido la presteza. La pasarela Cibeles se queda ridícula al lado del pasillo del albergue a las diez de la noche. Nuestra querida Ana José ha puesto el toque a la fiesta biengastando su pintalabios "rojopasiónquememuerodevergüenza" por los morritos de nuestras bellísimas princesas. Y como no podia ser de otra manera, la fiesta ha sido espectacular. Pero eso.... que os lo cuenten ellos. 

Oye, que es más que tarde, nos vamos viendo por aquí. Mañana nos quedan quehaceres. Os seguiré contando. Buenas noches. 

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